La Educación Normalista en Chile y su impacto educacional y cultural

La Educación Normalista en Chile y su impacto educacional y cultural

Dr. Nelson Campos Villalobos

Si de algo tiene que estar orgulloso Chile, es por el excelente sistema educacional que logró desarrollar entre 1840 y 1967. Desde entonces, nunca este país ha logrado contar con maestros tan competentes, bien seleccionados, excelentemente formados y respetados por la comunidad. En este siglo XXI, en lugar de avanzar en esta formación existe tal retraso que en la prueba INICIA, que se toma a los recién graduados como profesores de educación básica, el rendimiento general demostrado por esos jóvenes es deplorable. No existe ahora ninguna escuela de pedagogía de excelencia o a nivel de las de los países desarrollados y muchas autoridades educacionales no pasan de ser simples aficionados, por no tener las calificaciones necesarias en este ámbito del saber.

Veamos lo que nos dice la historia nacional sobre la educación normalista, partiendo del entorno en que se gestó ese tipo de educación modélica por generaciones.

Hernán Godoy (191981: 210) ha denominado al período que va desde 1831 a 1861 , como la época de la organización del Estado, lo que coincide con nuestra impresión que también es el período de desarrollo del sistema educacional chileno. Este perceptivo autor nos dice:

“La eficiencia realizadora del Estado se manifiesta también en el plano cultural y educativo. Por primera vez en América se advierte una política cultural que organiza el sistema educativo desde la enseñanza primaria hasta la Universidad, fomentando además la investigación de la historia y de los recursos naturales. La contratación de investigadores extranjeros como Gay, Pissis, Domeyko, Philippi y otros, contribuye a iniciar el cultivo de las ciencias naturales. No se descuida por ello el desarrollo de las artes, estableciéndose las academias de pintura y de música, con el contrato de artistas europeos. Se funda la Universidad de Chile, bajo la dirección de don Andrés Bello”.

La Constitución política de 1833 proporcionó un esquema en el cual se movería la educación obligatoria en Chile. Por una parte explicita la responsabilidad del Estado y por otra crea un mecanismo de supervisión de la misma. Ahora examinaremos cómo el paradigma educacional inicia su consolidación, al constituir una preocupación formal de todos los gobiernos que constituirá la República.

En 1840, los estudiantes primarios eran aproximadamente diez mil, lo cual significa que solamente el 1% de la población en edad escolar estaba atendida (Cox y Gysling, 1990:34). Los estudiantes secundarios eran apenas 20001, lo que equivale al 0.02% de la población en edad escolar.

Andrés Bello escribe en 1841 su “Análisis ideológico de los tiempos de la conjugación castellana” y esta obra la publica en la ciudad de Valparaíso. El año siguiente, 1842, es de gran actividad fundacional: se crea la Universidad de Chile. Domingo Faustino Sarmiento, argentino, es el fundador (18 de enero de 1842) y primer director de la Escuela Normal de Preceptores. Hubo que esperar diez años para la creación de la primera Escuela Normal de Preceptoras. Es un período de relativa calma política –excepcional en Latinoamérica- que se presta para realizar y concretar iniciativas educacionales. La Universidad de Chile parte con un objetivo central, cual era “el cultivo y adelanto de las artes, las ciencias y las letras”. Su afán intelectual era académico y no profesional, señala Villalobos (1967:225).

Domingo Fustino Sarmiento

Los requisitos para ingresar a la Escuela Normal exigían a los varones: “…tener, por lo menos, dieciocho años de edad, instrucción regular en leer y escribir, y acreditar por medio de una información sumaria buena conducta, decidida aplicación y pertenecer a una familia honrada y juiciosa” (Artículo 5 del Decreto de Fundación de la Escuela Normal de Preceptores) Sobre estas exigencias, Cox y Gysling (p. 38), emiten las siguientes opiniones: “Exigirles a los candidatos pertenecer a un cierto tipo de familia, y acreditar buena conducta, significaba exigirles su adscripción al orden moral de la clase dirigente. Esto por dos motivos, primero, porque los profesores…eran de extracción popular, por lo tanto había una ‘sospecha’ de base respecto a su moralidad. En segundo lugar, estos requisitos eran importantes, porque la enseñanza primaria tenía una función eminentemente moralizadora o, en otros términos, disciplinaria. Si lo que se buscaba era la adscripción de los sectores populares a cierto orden social, es consecuente que se exigiera que quienes iban a realizar esta labor ya estuvieran adscritos al mismo”.

Esta interpretación me parece forzada. Es más lógico suponer que la autoridad estaba concediendo importancia al rol de enseñar, para lo cual debía seleccionar a los más aptos de los candidatos, lo que estaba en los postulados del paradigma: la educación es importante para el Estado y para los ciudadanos. Hay que acotar también que la exigencia de recomendaciones fue necesaria para los postulantes a Escuelas Normales hasta la década de los setenta, en este siglo. Esas recomendaciones provenían de parlamentarios, jefes militares y de policía, directores de establecimientos educacionales y directivos eclesiásticos y curas párrocos que conocían personalmente al candidato. Esas certificaciones, con el paso del tiempo, se volvieron una molestia simplemente, pues todo el mundo sabía que se podían obtener sin que significara que el firmante realmente conociera al postulante o a su familia. Por otra parte, el gobierno, reconociendo que los candidatos a las plazas de las escuelas normales provenían de familias de escasos recursos, implementó, hasta la extinción de estas escuelas formadoras3, los internados y la alimentación gratuita de los estudiantes. (Cox y Gysling, op.cit.: 39) opinan que la “la enseñanza normal significó una oportunidad de estudios, de trabajo y de seguridad prácticamente ‘por vida’ para sectores manuales y de baja clase media”.

Lo anterior es muy cierto, pues en ese entonces los únicos privilegiados con derecho a una jubilación eran los militares y los maestros.

Los primeros maestros nornalistas egresaron en el año 1845, incorporándose inmediatamente a las escuelas de Santiago. Nueve años después, en 1854, el número de titulados llegaba a 77, cifra reducida, pero que no debiera extrañarnos, puesto que pese a la gran necesidad de maestros que se requería, los interesados no abundaban. La causa es doble: por una parte la baja estima social de los maestros y por otra los bajos sueldos disponibles. Recuerde el lector lo que ya señalamos, que en 1831 la Corte de Apelaciones condenó a un ladrón a servir por tres años como preceptor en Copiapó.

La dificultad para encontrar interesados en la carrera del magisterio era muy seria. J.H. Muñoz (1918:116) indica que pese a que el gobierno ofrecía una pensión anual de cien pesos para alimentación y vestuario de los normalistas, que se pagaba en cuotas mensuales, no se presentaron candidatos con antecedentes recomendables. Dejemos la palabra a Muñoz: (con la ortografía de la época).

“A pesar de tantas facilidades, no se presentaron postulantes recomendables: fue preciso admitir a los que se presentaron, sin examen ni información, aun algunos de antecedentes sospechosos. Su preparación era mui deficiente: había quienes apenas sabían leer, tenían una letra casi ilegible e ignoraban las nociones rudimentarias de la aritmética. Otros habían aprendido principio de latín , en los conventos donde habían estudiado. Diecisiete fueron espulsados en el decurso del primer año, por mala conducta e incapacidad”.

En nota al pie, Muñoz indica que entre los que con delicadeza señala que poseían antecedentes sospechosos, están un tambor, un falte (comerciante ambulante) dos ex legos de convento, tres pillos de café y otros de dudosa condición. Con estos candidatos y otros más, era de esperar que hubiese problemas, como que los estudiantes se emborracharan los fines de semana y no volviesen a su escuela los días lunes, pese a las amenazas, castigos y despidos a que los sometía el desesperado director. 

Aunque la comunidad no valoraba plenamente la función de los preceptores, algunos hombres de gobierno tenían ideas distintas sobre el particular: el entonces Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública, D. Manuel Montt, en la Memoria Anual de 1842 (Montt, Luis, 1905: 83-84) de su cartera, expone ideas interesantísimas sobre el papel de la recién fundada escuela normal de preceptores. (Conservamos la ortografía de la época):

“Las escuelas primarias, cuya benéfica influencia se estiende a la masa de los ciudadanos, han tenido una parte mui principal en los desvelos del gobierno. Durante el año anterior se han planteado nuevas en casi todas las provincias de la República. Pero escasas en número y defectuosas en su organización, están mui léjos de satisfacer los deseos del Gobierno. Más se emplean los maestros en que los niños aprendan a leer o escribir, que en formar sus costumbres i prepararlos para la carrera de la vida. La instrucción que descuida estas dos partes principales, en vez de ser útil al individuo i a la sociedad puede convertirse en perjuicio de ambas.
Muchos vicios i defectos que hoi se notan en las escuelas primarias, desaparecerán con la escuela normal de que hablé al Congreso en mi memoria del año pasado, i cuyo establecimiento tengo la satisfacción de anunciarle ahora”.

Hemos encontrado otro documento interesante referente a la instalación de la Escuela Normal, en una circular del 18 de marzo de 1842 que D. Manuel Montt dirigiera a la Intendencia de Talca. Dice el Ministro Montt a la letra:

“Deseoso el Presidente de la República de dar regularidad i estension a la enseñanza primaria, ha dispuesto por decreto de 18 de enero del presente año que se establezca en esta capital una escuela normal para la instrucción de las personas que quieran dedicarse a la profesion de maestros. En el espresado decreto se designan las calidades que deben tener los individuos que se incorporen al establecimiento, las obligaciones que contraen i la recompensa que tendrán por sus tareas. 
Queriendo ahora S.E. facilitar mas el objeto que se ha propuesto, me ordena prevenir a Ud. Que si en esa provincia encuentra US. tres individuos que quieran dedicarse a esta profesión, pueda US. destinarlos a la escuela normal”. 
En las personas que han de consagrar a la carrera de maestros, considera el Gobierno tan necesarias las aptitudes i buenas disposiciones intelectuales como una conducta juiciosa e irreprochable bajo todos aspectos, i tal que pueda servir algun dia de modelo a los jovenes que han de dirigir4. Sin la reunión de estas dos calidades no puede ser admitido ningun alumno; y el Presidente quiere que US. proceda, en los informes e investigaciones que tome, con cuanta dilijencia i escrupulosidad fuere posible”. (Montt, Luis, 1906:180-181).

Durante la primera mitad del siglo XIX, se produjo una bonanza económica, derivada de las exportaciones de salitre, cobre y oro. El país, siguiendo el paradigma, aprovecha los nuevos recursos para invertir en educación, especialmente durante los gobiernos de Manuel Bulnes (1841-1851) y de Manuel Montt (1851-1861). El esfuerzo se centró, en los años de prosperidad, en crear la Universidad de Chile, mejorar el Instituto Nacional, crear Escuelas Normales y aumentar la cobertura de la educación básica. El efecto es notorio en el aumento de la matrícula de ese nivel, pues en 1854 llega a 27.449 alumnos; en 1860 a 43.368; en 1865 llega a 51.294.

Uno de los artífices de los grandes cambios educacionales del país, es D. José Abelardo Nuñez. Nació en Santiago en 1840 y fue abogado, y si bien ejerció su profesión, prefirió siempre el atractivo de los asuntos educacionales. Este educador realiza un análisis de la situación educacional chilena y concluye que es necesario unificar los niveles básico, medio y superior, a fin de darles una continuidad que evite la separación de objetivos de cada uno de ellos. Esta labor permitirá, en los decenios próximos, lograr que Chile se transforme en un país de avanzada en materia educacional. La principal escuela normal llevaría el nombre de este educador. (González, Julio, 1978). En el año 1878, el gobierno lo comisionó para que viajara a Europa y a los Estados Unidos para que conociera en terreno la realidad educacional de otros más avanzados en educación y se esperaba que a su regreso rindiera una memoria sobre sus observaciones –referidas a la enseñanza básica y secundaria- y que formulara sus recomendaciones, de tal manera de mejorar la enseñanza nacional. Aprovechando su estadía, Núñez estudió la formación de maestros y reunió abundante material informativo, como textos y libros de los más renombrados educadores extranjeros. El valioso informe que rindiera al Ministro de Educación se titula Organización de las Escuelas Normales, que contiene su experiencia y sus ideas sobre la más conveniente organización y puesta en marcha de las escuelas modernas de formación de maestros.

José Abelardo Núñez

La Iglesia, pese a los nuevos aires que circulaban entre los intelectuales, seguía siendo la única entidad reconocida por el Estado y su influencia continuaba siendo poderosa en toda la sociedad chilena. El 29 de octubre de 1850 se adopta como texto oficial de enseñanza en todos los colegios del país el libro Catecismo de la doctrina cristiana, que fuera presentado previamente al Consejo Universitario por su autor, frai José Benítez, reafirmando el poder del pensamiento católico en la moral del país. Los llamados disidentes, vale decir aquellos que no profesaban la fe católica, tuvieron que esperar 15 años para lograr que se autorizara la apertura y funcionamiento de escuelas para los protestantes, especialmente. El día 27 de julio de 1865, el Congreso aprobó el proyecto de ley y determinó que :

“Artículo 1º. Se declara que por el artículo 5º. de la Constitución se permite a los que no profesan la religión católica, apostólica, romana, el culto que practiquen dentro del recinto de edificios de propiedad particular. 
Artículo 2º. Es permitido a los disidentes fundar i sostener escuelas privadas para la enseñanza de sus propios hijos en la doctrina de sus religiones”.

Este fundamental decreto está firmado por José Joaquín Pérez y Federico Errázuriz.

En el año 1885, habiendo regresado de su viaje de estudios, el profesor J.A. Núñez con el auspicio de la autoridad educacional realiza una exposición para mostrar a los docentes y público en general, el material didáctico que él personalmente había adquirido en Francia, Alemania y Austria. En dicha exposición, se mostraron los objetos y materiales de enseñanza en varios apartados temáticos. En la sección de lectura y escritura cuadros murales para la enseñanza según los métodos simultáneo y fonético, que rivalizaban en Europa por ser cada uno el mejor. En la sección de matemáticas se mostraron elementos didácticos tales como cuadros, ábacos, tarjetas, fichas para contar y calcular, cuadernillos de ejercicios y textos de enseñanza, en Gimnasia había cuadros, fusiles de los que se empleaban en los batallones escolares, tambores e instrumentos para desfiles y bandas escolares y aparatos para la práctica de ejercicios gimnásticos. La existencia de armas y de preparación militar de los estudiantes no debía extrañarnos, puesto que en la época Europa estaba por lanzarse en la que sería la mayor guerra de la historia y los niños de esos años serían los futuros soldados de 1914.

Debido al éxito de la exposición y al interés demostrado, se crea el Museo Pedagógico en el año 1887, colaborando activamente dos de los profesores alemanes que había contratado el gobierno, Martín Schneider y Teresa Adametz. Como puede verse, había ya un decidido interés en mejorar la calidad de la enseñanza y el influjo de los pedagogos europeos y sus ideas se iba lentamente extendiendo en nuestro país. El año anterior se había creado la Revista de Instrucción primaria, mediante un decreto del 23 de julio de 1886, que serviría para diseminar las políticas del gobierno sobre educación y permitiría a J.A. Núñez y otros distinguidos pedagogos difundir los conocimientos logrados en el extranjero. Posteriormente, y como un medio de incentivar a los autores para publicar artículos en la revista, se decretó –con fecha 18 de julio de 1905- que los autores de artículos traducidos u originales recibirían cien ejemplares de sus colecciones impresas en un folleto tirado aparte.

J.A. Nuñez fue un buen escritor y autor de textos escolares. Podemos citar El Lector Americano, un libro de lectura inicial que no solamente se usó en Chile, sino que fue adquirido por México y Guatemala, tradujo obras del inglés y del alemán, como el Estudio del Niño de Taylor y La educación del hombre de Froebel y, como comentaremos más adelante, fue el editor e inspirador de la llamada Biblioteca del Maestro, creada por el Gobierno a fin de dotar de libros al magisterio nacional.

A diferencia de los tiempos actuales, se aprovechó la gran experiencia de este educador y se le nombró, en 1888, Inspector General de Instrucción Primaria, y desde ese cargo veló por ampliar el número de escuelas en todo el territorio. Fue el impulsor de la creación de las escuelas normales de Copiapó, La Serena, Chillán, Victoria y Valdivia, es decir, de casi todas las escuelas formadoras de maestros de primera enseñanza del país. Sin duda alguna, fue un privilegiado, puesto que no solamente teorizó sobre la educación, sino que fue un actor principal que pudo llevar a la práctica sus conocimientos. Falleció en Santiago en 1910.

Sobre la profesora Teresa Adametz debemos entregar al menos algunas palabras, puesto que su labor fue muy importante para nuestra educación. Nació en Silesia en el año 1846 y falleció en Breslau en 1917. Sus estudios pedagógicos los realizó en el Seminario para Maestras de Liebental y llega a ocupar de Directora del famoso Internado Imperial de Austria, donde estudiaban las hijas de los oficiales del Ejército de ese imperio. Los oficiales provenían de la nobleza, por lo cual la enseñanza de las niñas era motivo de gran preocupación y el Internado funcionaba con gran disciplina y alta dedicación de parte de las maestras. Estando en ese cargo, fue contratada para dirigir la Escuela Normal de Maestras de Santiago. ¿Que motivos impulsarían a esta maestra, soltera, para que abandonara su patria, su familia, su alto cargo, su idioma natal, para viajar a este apartado país? No hay respuesta alguna a esta pregunta tan personal, pues no dejó escritos personales. Para sus subalternas había una historia romántica detrás de su eficiente y autoritaria Directora.

Anteriormente la Normal había estado en manos de las religiosas del Sagrado Corazón, pero su labor no fue del agrado del gobierno y por ello encomendó a la legación en Austria la búsqueda de una educadora de ese origen. Desempeñó la Srta. Adametz el cargo en Santiago a total satisfacción de las autoridades, pero decidió no continuar en la dirección de la Escuela al término del contrato. En lugar de regresar a Europa, aceptó el cargo de directora del Liceo No. 2 de Niñas y se mantuvo al frente de la nueva institución durante diez años. Fue una benefactora de muchas instituciones santiaguinas, a las cuales donaba parte de sus ingresos, como la liga de estudiantes pobres. Decidió, ya jubilada, volver a su patria, a donde regresa en 1908, falleciendo allá nueve años más tarde. Ninguna escuela honra en Chile su nombre.

La influencia de Pestalozzi y de Fröebel en el pensamiento pedagógico de José Abelardo Núñez

Durante su viaje por Europa, Núñez pudo conocer de primera mano, en sus visitas dirigidas, la obra educacional de los dos pedagogos que analizaremos, porque no solamente influenciaron al visitante chileno, sino que éste, convirtiéndose en un discípulo, trajo sus ideas al país, desde donde se difundirían a otros países de la América hispana. Posteriormente, cuando pudo hacerlo, recomendó y propició la contratación de pedagogos alemanes, suizos y austriacos, que contribuirían a elevar la calidad y la dignidad de la educación nacional.

La influencia de Pestalozzi.

El hecho de que algunos educadores de avanzada adhirieran a los pensamientos pedagógicos de Pestalozzi y de Froebel no significa que lograran adscribir a todos los maestros ni a todas las autoridades a sus ideas, más bien se lograba sembrar el camino para las décadas siguientes, pues siempre con bastante retraso se lograba adelantar algún paso en la ideología educacional. La difusión de los escritos de los grandes pedagogos europeos y norteamericanos se logró mediante los becarios que regresaban al país llenos del fervor ante las novedades metodológicas que encontraban. La influencia de Pestalozzi no puede desconocerse, toda vez que por decreto del 14 de junio de 1890 el gobierno ordena traducir y poner a disposición de todas las escuelas dos obras de Pestalozzi: Leonardo y Gertrudis y Cómo Gertrudis educa a sus hijos.

Johann Heinrich Pestalozzi nació en Zurich, el 12 enero de 1746 y fallece en Brugg el 17 de febrero de 1827. Su padre era médico y su abuelo pastor protestante y al parecer de sus contemporáneos, era una persona sensible, contemplativa y con una gran incapacidad para los aspectos prácticos de la vida. De sus recuerdos de escuela, indica que fue un mal alumno, seguramente poco interesado en una educación rígida como la de su época, con poca motivación para un niño emotivo como era él. Señala que no avanzaba en matemáticas ni en gramática, pero avanzaba rápido en las materias que sí le motivaban. 1776 fue un año de despertar para él, como para muchos jóvenes de su siglo, pues aparecen las dos obras fundacionales de Rousseau: El Emilio y El Contrato Social. Europa ya no fue la misma para Pestalozzi y se despertó su espíritu de pedagogo. Decide estar en contacto con la naturaleza, como el Emilio y adquiere una finca. En 1779 se casa y lleva a su esposa a una granja que llamó Neuhof (Granja nueva, en alemán). Como no le fue bien en la agricultura, trasforma a Neuhof en un asilo para niños pobres huérfanos de la guerra.

Lo novedoso en este pedagogo es creer en que el niño debe ser enseñado a pensar, que en la naturaleza está su medio de expresión natural, que el maestro debe aprender a entender las cosas y a reflexionar sobre ellas, siendo parte de su propia formación y no un objeto al que hay que modelar a los deseos de los adultos simplemente. Sugiere que la madre es parte importante del proceso y señala que ella no debe limitarse a actuar sobre el hijo, sino que éste debe actuar sobre el proceso de educación intelectual. Esta es la clave de la escuela activa, de la que Pestalozzi es el precursor.

En 1800, el gran educador da un paso trascendental, cuando crea un centro de formación de profesores y de enseñanza en el Castillo de Burgdorf, proyecto que lleva luego a Iverdon, a donde peregrinaran muchos de los que serán grandes pedagogos del siglo. A aprender directamente del maestro llegarán Froebel, Rittes, Herder, Mme. Stael y muchos más, que difundirán su obra por todo el mundo.

Es revolucionaria la vuelta a la naturaleza que propone en educación. No olvidemos la influencia del gran Rousseau. Escuchemos su pensamiento: La naturaleza instruye mejor que el hombre, de ahí que la mejor educación es aquella que se limita a seguir el curso de la naturaleza. Estas ideas las veremos bellamente expresadas en la saga de Romain Rolland titulada Juan Cristobal.

La influencia de Fröebel.

Durante su permanencia en Alemania, Núñez conoció la obra pedagógica de Fröebel y tanto le entusiasmó ese autor que efectuó una traducción al español de la obra titulada: Die Menschenerziehung (La educación del Hombre). Como puede verse el término empleado por Fröebel fue menschen, que significa humanidad, de ahí que el traductor limitó un tanto el alcance del autor respecto a su libro, que había circulado por toda Europa iluminando a los pedagogos del continente siempre interesados en mejorar su quehacer. La obra traducida por J. A. Núñez se editó por primera vez en 1826 y la obra en español se conoció en 1831 en nuestro país. Friedrich Wilhen Froebel nació en Turingia, Alemania en 1782 y falleció en el año 1852. Fue discípulo de Juan Enrique Pestalozzi y su alumno entre 1801 y 1810, quien era como él, otro gran innovador en pedagogía. Froebel nos dejó un interesante libro con un título muy largo: Kurze Darstelhung Pestalozzis Grundsatze der Erziehung und des Unterrichtes (Nach Pestalozzis Selbst) que se traduce como Breve exposición de los principios educativos y didácticos de Pestalozzi (Según el propio Pestalozzi). Toda su vida Froebel respetó y siguió, en su propio estilo y ritmo, las enseñanzas de su maestro.

REFERENCIAS: Campos, Nelson (2002) Historia del pensamiento pedagógico. FCB, Santiago

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